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Nuestra Historia

Una lluviosa tarde de verano, bajo los efectos de una ciudad al borde de la psicosis y un exceso de rayos ultravioleta, se produjo un accidente automovilístico entre dos autos oscuros. ¿Casualidad? ¿Destino? Ustedes juzgarán. De uno de ellos bajó Cecilia para encontrarse con una abolladura que parecía hecha por más por un hipopótamo que por un auto común; del otro bajo Beatriz para observar de frente su cofre hecho papilla. Los gritos, insultos y algunos golpes detuvieron el tráfico de las seis de la tarde. Cáos.

 

 

Decidieron llamar al seguro y la espera (como era de esperarse) se convirtió en una eternidad. Las horas pasaron y la desesperación las llevó a largas y profundas conversaciones, poco a poco el humor cambió y tras la resignación llegó una amistad inesperada. Ambas descubrieron una compañera de vida en la otra, sus diferencias se volvieron complementos.


Fue entonces cuando decidieron juntarse para trucar al seguro como primera acción de hermanas. Movieron los coches hasta una coladera abierta y le echaron la culpa a la mala infraestructura de las calles de México lo que desembocó en el mutuo beneficio. El dinero imaginario que se ahorraron del accidente lo usaron para comprar unos pulques de sabor. A Beatriz no le gusta mucho el pulque, pero qué demonios, ¡otro por favor!

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